17 Jun ¿ Sabemos comunicarnos?
En esta sociedad de la sobre información, en la que nos comunicamos con todos de una manera a veces casi compulsiva, donde las redes sociales han inundado las casas y las formas de interrelación de las personas, nos encontramos a veces con que nuestra pareja, hermanos o hijos son grandes desconocidos en nuestro día a día.
Todos sabemos que una buena comunicación es la base de una buena relación. Y esta comunicación exige no sólo la existencia de un emisor y un receptor, sino también de un mensaje bien codificado que llegue a ese receptor de la manera que queremos que llegue. Para ello es necesaria una buena escucha (activa) y saber decir las cosas. Esta tarea en ocasiones resulta complicada; todos hemos podido experimentar cómo no siempre lo que queremos decir llega a nuestro interlocutor como lo queremos decir, ya sea por cómo hemos emitido ese mensaje o por cómo lo ha recibido la otra persona, que tiene emociones y, en ocasiones, esas emociones nos juegan malas pasadas….Podría poner miles de ejemplos, con escenas cotidianas como la llegada casa de un padre o una madre del trabajo, el stress laboral, la compatibilización del trabajo dentro y fuera de casa; todo unido a la crianza de los hijos, las obligaciones o cargas familiares cuando hay alguna enfermedad, las dificultades de cualquier familia para llegar a fin de mes; o simplemente el devenir de los días con lo que ya de por sí traen consigo…
Una vez que nos hemos situado en esa imagen donde nos podemos ver reflejados…..¿Cómo nos comunicamos? ¿Sabemos crear un clima de diálogo sano y constructivo para nuestra relación familiar? En esa labor estamos los profesionales que nos dedicamos a la atención de las familias: en acompañar a las personas, aportando herramientas que permitan que el mensaje llegue al receptor de la manera que uno quiere que llegue; entendiendo que las emociones de cada uno son legítimas y no por eso hay que despreciarlas; aceptando que el otro puede tener sus ideas y opiniones y éstas son tan respetables como las nuestras; aprendiendo a mirar al otro, a escucharle de una manera abierta y constructiva para nuestra relación, siendo plenos sabedores de nuestras diferencias.
Esta tarea es posible si uno quiere. La dificultad radica en creer que sólo nuestro criterio es el acertado y que el otro, al fin y al cabo, no nos entiende porque no comparte nuestra idea. Existen mecanismos para saber comunicarse: lo importante es querer conocerlos y ponerlos en práctica para que, pese a las diferencias habituales en cualquier convivencia, éstas no sean motivo de conflicto sino de debate, acogimiento y crecimiento por parte de quienes se comunican.
Mercedes Honrubia – Orientadora y mediadora familiar