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¡Qué viene mi suegra!

Las suegras son, probablemente, las personas con peor fama del mundo. Sin embargo, nuestra madre nos suele parecer estupenda: ¡porque lo es! Como tu madre va a ser la suegra de tu mujer/de tu marido, puede ser buena idea pensar cómo las madres y suegras pueden ayudar a sus hijos a vivir mejor su matrimonio.

¡Nos casamos! Al recibir la noticia, las familias de ambos novios se suelen volcar para ayudarles a preparar de la mejor forma posible no sólo la boda, sino todo lo que los novios necesiten (la vivienda, los muebles…). Se sucederán las opiniones y consejos con el deseo de que todo salga perfecto, el ofrecerse a realizar las gestiones (“no te preocupes, yo me encargo de las flores”); habrá alguna tensión (la elección del vestido puede convertirse en una prueba de fuego) e incluso algún enfado producto no sólo de los nervios sino de la intromisión, tal vez exagerada, de las familias en las decisiones de los novios. Todo, comprensiblemente, con el deseo de ayudar a que las cosas salgan bien en un espacio de tiempo limitado.

La intromisión de la familia

La dificultad se puede presentar cuando, una vez celebrada la boda, las familias de los novios no saben moderar ese impulso de ayudar y continúan opinando, ayudando, aconsejando… cuando no hace falta. Me explico: los nuevos esposos necesitan estar juntos y solos para sentar bien las bases de cómo quieren vivir su matrimonio; elegir cuáles van a ser sus prioridades; decidir cómo organizarse para conciliar vida familiar y laboral: pero son decisiones que tienen que tomar ellos. No necesariamente decidirán lo que a sus padres les pueda parecer mejor; y aquí, a las familias les toca respetar esas decisiones: respetar y apoyar, pero no imponer su propio criterio.

Además, los recién casados tienen que aprender a hacerse responsables de su nueva vida, juntos. Con esto no quiero decir que las familias no echen una mano; pero hay que pedirles un esfuerzo de generosidad (sobre todo a las madres) para saber encontrar la distancia justa: ni invadir la vida del nuevo matrimonio, ni desaparecer y dejarles solos cuando necesitan ayuda. Los recién casados tienen que organizar su vida ellos mismos: que vuelvan del viaje de novios y mamá haya hecho la compra para que no se encuentren la nevera vacía puede ser un detalle muy de agradecer; que mamá venga con la compra todas las semanas no ayuda: porque invade la intimidad de la pareja y porque hay que recolocar las relaciones: tu hijo, tu hija, es ahora primeramente el marido/la mujer de… y empieza una nueva vida, con un estilo distinto, con una forma nueva de hacer las cosas.

A los padres de los novios, por mucho que se alegren de la felicidad de sus hijos, les cuesta separarse de ellos: es normal. Pero ese esfuerzo de generosidad de estar disponibles sin agobiar, sin imponer su criterio ni su presencia en la intimidad del nuevo matrimonio, es una expresión de amor del bueno. Porque ayuda a que ese nuevo matrimonio se consolide y se haga fuerte.

María Álvarez de las Asturias
Instituto Coincidir