
11 Mar ¿Qué es una familia?
Hace ya algún tiempo leí un magnífico libro de Fabrice Hadjadj sobre la familia. Se titulaba “¿Qué es una familia?” y, de manera un tanto provocadora, respondía a su propio título con una frase escondida entre sus páginas que dejó una honda huella en mí: “La familia es el lugar donde no funcionan las cosas”.
Cuando voy a casa de otras personas, amigos o familiares, o cuando observo la vida digital de muchas familias conocidas, pienso muchas veces la cantidad de defectos que observo en la mía. Tengo que frenar mi sensación de que todas las demás casas me parecen más ordenadas que la mía, de que todas organizan su tiempo mejor que nosotros, de que los hijos son mejor tratados que los nuestros y han sido mejor educados, de que la pareja se entiende y se cuida y se quiere mejor de lo que lo hacemos mi mujer y yo… Y así podría seguir. Digo que me tengo que frenar porque, seguramente, y esto me lo dice mi cabeza, no sea así. Pero tenemos una tendencia, no sé si natural, a pensar que nuestra familia debería “funcionar” mejor. Como si fuera una empresa que gestiona recursos, o una compañía que debe dar beneficios, o una institución regulada por normativas y políticas firmes y claras…
La familia es algo vivo y dinámico
Mi familia no funciona bien, gracias a Dios. Por eso, la convicción de que es algo en permanente construcción, algo vivo y dinámico, que incorpora lo mejor de estar vivos: un auténtico drama que sucede alrededor de un amor fuerte que todo lo sostiene. Un drama en el que se da lo mejor y lo peor de la vida. Porque en la familia uno nace y muere. Porque en la familia uno conoce sus límites y ¡a veces los supera! Y, otras veces, se deja vencer por ellos. Porque en la familia se nos llama por nuestro nombre. Somos conocidos y amados y, por tanto, interpelados, y afectados y comprometidos. Porque no podemos mirar a otro lado, ni silbar cuando algo sucede, ni meternos bajo la almohada o hacer que no va con nosotros. Porque en la familia uno se descubre en relación y busca sitio y acepta al otro y se frustra y se enfada y se rebela y se abraza y se deja arropar por las noches. Porque en la familia uno experimenta también, desgraciadamente, el peor de los desamores.
Cuando mi mujer y yo decidimos, hace ya más de 15 años, emprender juntos esta aventura, este proyecto, tal vez no conocíamos todos los paisajes con los que nos íbamos a encontrar. Nuestro amor era nuevo, verdadero, ilusionado y, seguramente, algo ingenuo y poco trabajado. Pero sabíamos lo que queríamos: queríamos ser y crecer en familia. Queríamos una familia “en salida”, con la puerta siempre abierta, que se cuidara hacia adentro pero que también se expusiera hacia afuera. Una familia no sólo para sí misma sino, sobre todo, una familia para los demás. Llegaron nuestros tres hijos, amigos, lugares, cambios de trabajo, paros, dificultades, alegrías y proyectos… y puedo afirmar que lo vamos consiguiendo. Pese al salón desordenado, la habitación de mis hijos con la ropa tirada en la cama, pese a las prisas y la falta de tiempo para muchas cosas. También pese a nuestras diferencias en pareja, pese a los distintos ritmos vitales, a las necesidades diversas, a las expectativas sobre el otro ya frustradas…
Mi familia, como la tuya, no funciona. Bienvenidos a este club maravilloso. Mi familia, como la tuya, simplemente ES. Y si ese SER está sostenido por una buena dosis de amor madurado y crecido, no hay de qué preocuparse. Mirémonos hoy en casa y sonriamos. Esto es lo que somos. Así nos queremos. Bendito sea el Señor.