31 Ago Preparar la cabeza y el corazón para el nuevo curso
Las vacaciones, para casi todos, tocan a su fin. Algunos habrán podido viajar y conocer lugares nuevos e intrigantes, quizás incluso haber vivido experiencias únicas como la JMJ celebrada en Cracovia. Otros habrán optado por la confortabilidad de “lo de siempre” y seguro que a más de uno le ha tocado también trabajar un poco. Pero creo que, en líneas generales, todos habremos podido disfrutar de un tiempo de mayor descanso, en el que hacer balance del pasado curso, del momento en el que nos encontramos y, con suerte, haber podido poner un poco de orden en nuestra cabeza.
Sin embargo, no sería de extrañar que nos hubiéramos dispersado un poco entre todos los planes del verano, los Juegos Olímpicos y demás acontecimientos.
Por ello, considero que es bueno que, tanto si nos encontramos en un punto como en el otro, podamos ir aterrizando y preparando la cabeza y el corazón para el próximo curso, cada vez más próximo. Creo que sería oportuno que nos planteáramos: ¿Cómo llego al inicio de este curso? ¿Tengo claros cuáles son mis objetivos a cumplir? ¿Dispongo de las herramientas para ello?
Reflexionar acerca de estas cuestiones sin duda hará que la vuelta a lo que llamamos “rutina” sea más llevadera, pues cuando tenemos claro hacia dónde queremos ir es más fácil llegar al destino que si nos dedicamos a vagar sin rumbo.
Además, tratar de seguir un orden desde el primer momento contribuye a manejar mejor el estrés del día a día. Nos será de ayuda para mantener este orden seguir teniendo en cuenta que, pese a no estar de vacaciones, hay espacios que conviene preservar durante el curso. En primer lugar, el espacio para el descanso, físico y mental. No somos máquinas, no lo olvidemos, y una mala gestión del descanso habitualmente conlleva repercusiones negativas en las demás áreas de nuestra vida. Evitemos asociar el fin de las vacaciones al fin del hacer deporte, la lectura, u otras prácticas que nos ayuden a desconectar del trabajo.
Muy importante es también el espacio que concedemos a nuestra familia y amigos. Hemos de dedicarles tiempo, y tiempo de calidad. Tratemos de reservarnos momentos para poder comunicarnos y compartir el día y el descanso.
Y, por último, convendría que no dejáramos de prestar atención a nuestra vida interior. Vigilar que, dentro del caos que puede suponer nuestra rutina, nosotros mantenemos un cierto orden y paz interiores que nos permitirán afrontar con mayor resolución los desafíos de cada día.
Miguel Valentín-Gamazo. Psicólogo