La vida es una continua prueba de expulsión | Instituto Coincidir
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La vida es una continua prueba de expulsión

En uno de los programas de “Maestros de la costura”, Mahi (una de las participantes) explicaba que al hacer la prueba de ese día se había sentido muy presionada, tanto como si fuera una prueba de expulsión (pruebas que, si no superas, te dejan fuera del programa); y añadía: “la vida es una continua prueba de expulsión”.

Ya no me enteré del resto del programa; este comentario de Mahi me hizo pensar que, efectivamente, hemos convertido la vida en una continua prueba de expulsión:

  • Cuando somos padres, nos fijamos la meta de ser los padres perfectos: todo lo que hacemos nos parece poco, hay que hacerlo mejor, que las cosas salgan sin el menor fallo… y entramos en una competición imposible porque, aunque nos lo propongamos, no podemos ser padres perfectos. Y vivimos en la tensión continua de sentirnos incapaces de llenar las expectativas de perfección que nos hemos impuesto; vivimos como si estuviéramos en una prueba de expulsión, con la ansiedad de que no pasaríamos el examen de padres perfectos. Cuánto mejor sería reconocer, desde el principio, que no hay padres perfectos sino padres que hacen las cosas lo mejor que pueden, lo mejor que saben, queriendo mucho a sus hijos. Y disfrutar de una vida más relajada en la que lo más importante sea el amor dado y recibido; y querer bien a los hijos, sin tener que alcanzar estándares de perfección imposibles.
  • Este perfeccionismo se nos cuela también cuando los niños van al colegio; y ya no buscamos principalmente el bien que supone la relación con los demás, desarrollar las propias capacidades, adquirir conocimientos… y que todo ello les ayude a ir creciendo como personas. Nos fijamos como meta que sean el alumno perfecto, que basamos no sólo en que destaquen en las asignaturas sino en que acudan a cuantas más actividades extraescolares, mejor. Y fomentamos, consciente o inconscientemente, que los niños entren en una competición que llega a convertir para muchos la vida académica en una prueba de expulsión. Y lo mismo pasa con el deporte: pasarlo bien y realizar actividades sanas para cuerpo y mente dejan de ser lo importante frente a ser el primero, el que se lleva la medalla, el que queda por encima de sus rivales (¿?) a toda costa. Cuánto mejor sería relajarnos y no dejarnos por el camino cosas tan importantes como el compañerismo, la amistad, la cultura, las virtudes y valores: procurar que sean buenas personas, aunque no sean el número uno.
  • En las relaciones de pareja podemos entrar en la misma dinámica: tenemos que ser la pareja perfecta, conseguir mantener una relación que nos proporcione siempre una satisfacción emocional del 100%… y de nuevo aquí nos encontramos con que no es posible ser perfectos porque somos humanos y, por tanto, limitados. Y nos frustramos porque no alcanzamos un ideal imposible, o vivimos en la tensión permanente de que no pasaremos la prueba de expulsión. Sin embargo el amor verdadero cuenta con que habrá momentos buenos y malos y sabe disfrutar de los buenos y tener paciencia en los malos. Y no mide la calidad de la relación comparándose con estándares de perfección imposibles. Porque la vida basada en relaciones de amor y no de competitividad no es una prueba de expulsión.

 

María Alvarez de las Asturias

Instituto Coincidir